EVOCACIÓN
DE LA MEDICINA INTERNA
Edgardo
Malaspina
Los
que estudiamos en los años ochenta del siglo XX en la Universidad Rusa de la
Amistad vimos la Medicina Interna en tres modalidades: Semiología Médica o
Propedéutica de la Clínica Médica, Terapia Facultativa y Terapéutica
Hospitalaria. Todas esas ramas de la Medina Interna tuvieron un fundador: Peter
Mijailovich Kireev, autor de muchas obras de la especialidad, innumerables trabajos científicos y del libro por el cual
estudiamos “Manual de propedéutica de la Medicina Interna” (Руководсво по пропедевтике внутренних болезней).
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Kireev
estuvo al frente de las cátedras hasta 1983. Según me informó Dbornikov todas
las especialidades de la Medicina Interna fueron unificadas en una sola cátedra
en 1987 bajo la dirección de Valentín Moisiev; pero en el 2002 fueron separadas
nuevamente “por no obtener los resultados que esperaban”.
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Cursamos
Semiología y Terapia Facultativa en el Hospital 64. Allí, por primera vez
abordamos a un enfermo, aprendimos a examinarlos, palparlo y a escribir su historia clínica. Nos enseñaron
a manejar el estetoscopio, revisar un electrocardiograma, interpretar un examen
de sangre; y en fin, hicimos un repaso de todos los órganos del cuerpo humano y
la manera de estudiarlos.
El
primer día de Semiología estábamos sentados en uno de los pasillos del hospital.
Conversábamos entretenidamente cuando de repente se presentó una de las
docentes que acompañaba a un señor mayor, y nos dijo: “Todos de pie, llegó el
“profiesor Kireev”. Sí, eran otros
tiempos con una disciplina chapada a la antigua. Debíamos pararnos al entrar un
jefe de cátedra al salón, nos vestíamos todo de blanco con gorro y tapaboca y
escuchábamos en silencio absoluto.
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Kireev
hablaba de manera pausada y paternal. Una vez nos aconsejó dibujar siempre las
curvas de las temperaturas corporales “porque nos ayudan mucho a la hora de
precisar la etiología de la enfermedad”. En otra ocasión le hizo una
observación, aparentemente nimia pero cierta, a un estudiante en una historia clínica:
“Nunca escribas que el paciente se queja de una fuerte debilidad. La debilidad
nunca puede ser fuerte…”(слабость не может
быть сильная).
En
la pleuritis podemos escuchar un sonido parecido al crujir de los zapatos sobre
la nieve, decía Kireev. Esa explicación onomatopéyica en medicina sólo la podíamos
conocer en un país con un invierno como
el ruso.
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Entre
papeles viejos encontré una fotografía de Kireev, y que se la tomé yo mismo.
Agarrado al podio, con sus lentes negros, en palto y de corbata interviene ante
el Consejo Académico de nuestra facultad.
Eran los mejores tiempos de las fotos en blanco y negro y que
revelábamos en un cuarto oscuro con unas bandejas llenas de reactivos.
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Boris Panfilov, junto a Kireev daba las
clases magistrales. Era alto, de pelo blanco y muy inquieto. Se especializaba
en vías biliares y estudiaba el dolor que producen cuando son afectadas, el
cual hay que diferenciar de las cardialgias.
“Muchachos-nos
arengaba-siempre practiquen ejercicios, nunca tomen un ascensor. Hagan como yo
que todo el tiempo subo por las escaleras”.
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Otro
profesor que recuerdo es Makshanov, siempre serio, circunspecto y estricto en
sus lecciones. Una vez no lo vimos en la clase: estaba hospitalizado con un
infarto del miocardio y su pronóstico era reservado. A los pocos días apareció
con traje de enfermo visitando a sus pacientes en sus respectivas salas para
pasar revista y acompañado de sus alumnos. Seguía siendo el médico y el
profesor incluso en esos momentos difíciles de su vida.
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Terapéutica
Hospitalaria la estudiamos en el nosocomio Nro. 53 de Moscú.Valentina Kononiachenko, la médico jefe y
quien fundó la cátedra en 1965, no disimulaba su orgullo de haber sido
discípula del doctor Miasnikov, uno de los
más reconocidos médicos internistas soviéticos, ganador del premio internacional
el Estetoscopio de Oro, galardón que se otorgaba quienes podían diagnosticar
cualquier enfermedad del corazón con solo recurrir al método de auscultación.
Lo han recibido solo cuatro médicos, entre ellos el norteamericano White, uno
de los tres que describió el síndrome deWolff-Parkinson-White. No es casualidad que esta cátedra se dedique
al estudio del miocardio y la electrocardiografía en general. Kononiachenko escribió muchos libros, entre
ellos uno sobre hipertensión arterial y otro sobre diabetes. Se paseaba por los
corredores del hospital lentamente con una sonrisa. Era una anciana cuando nos
correspondió estudiar su asignatura entre 1982 y 1983.
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El profesor Tatarkin, de Terapéutica
Hospitalaria, era un hombre delgado, con una joroba. Usaba lentes y fumaba
mucho, pero sabía explicarnos cualquier tema cuando estábamos frente al
paciente. Decía que el estetoscopio se debe pasar lentamente por todo el tórax
sin dejar de auscultar un milímetro. Escribió
un libro sobre cardiomiopatías.
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Entre 1984 y 1982 la cátedra fue
dirigida por el doctor Igor Nokolaevich Bokarev, especialista en problemas de
la coagulación de la sangre. Bokarev tenía como tema preferido de investigación
la microcirculación sanguínea. Publicaba sus libros (sobre tratamientos de
leucemia y coagulación de la sangre) y traducía otros del inglés. Más tarde fue
mi asesor durante mi especialización. Dirigió el Centro Soviético para el Estudio
de los Medicamentos que influyen sobre la Hemostasis.
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En 1984 en la cátedra se anexó
el curso de hematología dirigido por el
doctor Alpidovski, quien escribió dos libros: uno sobre las anemias y otro
sobre las leucemias. Se le considera uno de los primeros en describir la
leucemia de células peludas en la URSS.
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En 1988 tomó las riendas de la
cátedra el profesor Moiseiev, un reconocido cardiólogo con varios manuales(a
dos manos con el doctor Sumarokov) sobre su especialidad utilizados en todas
las universidades de Rusia.
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En 1993 Vladimir Dvornikov fue
designado jefe de la cátedra. Publico varios libros sobre los métodos
diagnósticos en cardiología (Fonocardiografía). Dvornikov es un hombre de una
humildad extraordinaria y se le ve en las calles caminando pensativo y con una
sonrisa que refleja bondad e inspira confianza.
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