LA
CURIOSA RELACIÓN ENTRE LAS SERPIENTES Y LOS MEDICAMENTOS PARA BAJAR LA TENSIÓN
ARTERIAL
Edgardo
Malaspina
1
Los
que conocen de serpientes (ofidiologos) las dividen en culebras y víboras. Las
venenosas están entre las segundas, y no pasan del 20 % del total de las
serpientes. La Organización Mundial de la Salud afirma que cada año son
mordidas más de cinco millones de personas en todo el mundo, casi tres millones
enferman por el veneno, y ciento
cuarenta mil mueren.
2
¿Por
qué se envenenan los mordidos de serpientes? ¿Por qué mueren? Los indígenas
americanos usaban el veneno de las serpientes en sus flechas para cazar; tal
vez porque se dieron cuenta que las mismas serpientes lo emplean para esos
mismos fines: muerden, vierten el veneno sobre la presa, la cual se paraliza, y
luego la engullen. Son muchos los efectos del veneno de serpientes sobre el
organismo de los animales y de los humanos; pero todos convergen en un punto:
el shock hipotensivo. Es decir, la tensión arterial baja dramáticamente produciendo
debilidad, desmayo y hasta la muerte.
3
En
1948 el médico brasileño Mauricio Rocha e Silva usó gotas de veneno de la jaraca o “víbora brasileña del
hoyo” en experimentos con animales, y notó su efecto hipotensor por dilatación
de los vasos sanguíneos. Luego inyectó el veneno en la sangre y aisló la
sustancia que disminuía la tensión arterial. Observó también que esa sustancia
hacía más lento el movimiento de los intestinos de los animales, y por eso
decidió llamarla “Bradicinina” (del
griego bradi: lento, lentitud; y cinina: relacionado con).
4
El
descubrimiento de la bradicinina o bradiquinina por parte de Mauricio Rocha e
Silva resultó ser la clave para sintetizar los medicamentos contra la
hipertensión arterial. Los laboratorios debían encontrar la fórmula para
convertir el veneno de las víboras en medicamento. Ya lo había dicho Paracelso,
un médico suizo a quien como a nuestro José Gregorio Hernández también le
encienden velas: “La enfermedad está en la naturaleza y también su cura, la
cual es una sustancia que puede ser veneno o remedio. Todo depende de la
dosis”.
5
Desde
finales del siglo XIX se empieza a conocer el mecanismo que eleva la tensión
arterial: una sustancia producida en el riñón (renina) provoca la producción de
la angiotensina I (angio, del griego: vaso sanguíneo), la cual es convertida por
una enzima (convertasa) en angiotensina II. Esta última es la verdadera
culpable de la hipertensión arterial.
La
pieza que faltaba al rompecabezas es esta: la convertasa no sólo estimula la
producción de angiotensina II (que sube la tensión), sino que también disminuye
la bradiquinina (que baja la tensión). El veneno de la víbora saca del juego a
la convertasa y pone a funcionar la bradiquinina: y la tensión baja.
6
Ahora
faltaba encontrar una sustancia con las propiedades hipotensoras del veneno y
sin sus efectos dañinos para la salud. Y fue encontrada en un laboratorio
estadounidense en 1977: el metil mercapto propionil prolina. Pero para que no
se nos enredará la lengua, al pronunciar
ese estrambótico nombre de cuatro partes, decidieron tomar las cinco últimas
letras del segundo componentes y algunas letras del tercero: CAPTOPRIL.
Luego se descubrieron el enalapril, el ramipril, etc.
7
Los
medicamentos se dividen en profármacos y fármacos. Los primeros entran por
nuestras bocas, van al estómago, el intestino delgado, el hígado, luego al
torrente sanguíneo y más tarde al sitio para el cual fueron indicados. Es
decir, tardan cierto tiempo para surtir su efecto. Los segundos van
directamente al grano eludiendo todas esas alcabalas de los primeros. El
enalapril es un profármaco, mientras que el captopril es un fármaco. Es por eso
que en una crisis hipertensiva colocamos un captopril debajo de la lengua y no
un enalapril, por ejemplo.
8
Los
medicamentos de los que estamos hablando se denominan IECA (Inhibidores de la enzima convertidora
(convertasa) de la angiotensina); y, como ya dijimos, uno de sus mecanismos es
a través de la bradiquinina que baja la
tensión. Pero esta sustancia además de dilatar los vasos sanguíneos provoca
inflamación. Esos efectos a veces son
más pronunciados en algunas personas, sobre todo en la garganta; y esto se
manifiesta en forma de tos seca. Y la única solución para ese problema es parar
el medicamento y consultar con el médico.
9
El
descubrimiento del Dr. Mauricio Roche e Silva (1910-1983, quien además de
médico también era escritor y pintor, significó una revolución en el campo de
la fisiopatología y la farmacología. Gracias al genio de este médico brasileño los
hipertensos de todo el mundo encontraron una solución en forma de tabletas.
10
El
Dr. Mauricio Roche e Silva abrió el “camino culebrero” (bueno, ya lo teníamos
con el caduceo) en Medicina, porque
luego otros científicos estudiaron el veneno de las cobras y descubrieron otros
mecanismos más directos para contrarrestar a la malvada angiotensina; y así fue
como surgieron el losartán, el valsartán y todos esos otros medicamentos para bajar la
tensión que terminan en “án”.
IMÁGENES:
1. El
Dr. Mauricio Roche e Silva en su laboratorio. (1946)
2. La
víbora de Brasil, cuyo veneno ayudó a inventar los antihipertensivos.
3. Captopril
debajo de la lengua.
4. Caduceo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario